miércoles, 27 de julio de 2016

Capítulo 4





“Este es el viaje más provechoso de mi vida”
Se dijo Néstor Vladimir Alvarado, media hora después de haber regresado a la casita del jardín.
Tratando de dominar su ansiedad comenzó a abrir los paquetes que estaban diseminados por todo el dormitorio. Al final logró ordenarlos de tal manera que tuvieran sentido y gracias a los tres diarios.
A partir de mil novecientos cincuenta y tres, María Azucena Lada Perdomo, había escrito algunas cosas muy interesantes en tres gruesos diarios personales que a Néstor le parecieron los mayores descubrimientos en cuanto a la comprensión de lo que estaba sucediendo en La Casona y evitó, que se desbocara hacia allá corroído por la enorme ansiedad que le despertaron.
Pero no fue hasta el tercer diario en el que encontró lo que más le interesaba a él. Los dos primeros tenían que ver con fenómenos personales, de arte, de pintura, de pensamientos metafísicos acerca de los contactos que mantenía con el espíritu de su amado y a quien mencionaba muchísimas veces en casi todos los escritos.
De alguna manera, Néstor descubrió en el espíritu de aquella mujer, algo enorme: el espíritu de alguien que comprende la mecánica del universo y que había rozado de alguna forma esos mundos que él solo había tocado con la teoría.
Sin tomar mucho en cuenta los dos primeros diarios, se enfocó en lo escrito a partir de mil novecientos sesenta y uno, que estaba a la mitad del tercer diario.
Cuando terminó de leer el contenido de aquellos apuntes, su mente se iluminó como nunca antes los había hecho, pero al mismo tiempo le hizo comprender lo equivocado que estaba el mundo científico, también especulativo, y él mismo con respecto a las algunas cosas. Aquella mujer, en pleno siglo veinte había logrado penetrar en los secretos de la naturaleza y advertía los peligros con los cuales el ser humano estaba lidiando a diario.
Eran casi las seis de la noche cuando terminó de leer el tercer diario.
Conmocionado por las revelaciones, se quedó quieto durante un largo rato. La realidad, para él, ya no volvería a ser la misma. Allí había material como para escribir miles de libros y aun así sobraba espacio para más.
“Y pensar que si no acepto el trabajo de mi amigo –pensó— todo este material se hubiera perdido en la nada como ya se han perdido muchos descubrimientos importantes”.
Como la luz del sol se había ido ocultando paulatinamente en el horizonte la luz del interior de la casa se había ido también, volviendo opaca hasta sumirlo todo en la penumbra. Tan ensimismado estaba él en la lectura y los descubrimientos que se había olvidado de encender las luces.
Se levantó y las encendió. Le dio las gracias, mentalmente a don Esteban por no haberle interrumpido durante todo aquel tiempo. Si alguien hubiera llegado él ni siquiera se hubiera enterado.
Había arreglado todos los libros sobre un estante vacío que había en la salita y por aquí y por allá había envolturas de papel manila. Lo que le interesaba eran las anotaciones que la mujer hacía en cada uno de los libros. Todos parecían referirse, o asociarse a los diarios, como si aquellos vinieran a confirmar todas las experiencias relatadas en aquellos.
Encendió la luz del dormitorio y observó los diez cuadros boca abajo colocados sobre el enorme colchón. Tomó el primero y despacio como si temiera hacerle algún daño, lo fue desenvolviendo.
Ese primer cuadro era de un paisaje extraño, pero que él bien podría identificar según los diarios: Arum.
Arum era el nombre que la mujer le daba a aquel lugar. ¿De dónde había sacado ese nombre si ella apenas si se había asomado al lugar?
“El sonido de las cosas allí…”
Puso el cuadro desnudo apoyándose contra la pared y desenvolvió otro. Una imagen de la mujer (un autorretrato), teniendo como fondo el mismo lugar del cuadro anterior. En sus ojos, que era la nota más significativa, se veía el miedo y el asombro reflejados allí.
Colocó este cuatro apoyado también contra la pared, junto al otro.
Los desembaló todos y cuando los tuvo apoyados en distintos lugares de las paredes de la habitación pudo hacer una valoración del conjunto. Todos presentaban aquellos raros paisajes, y en algunos, tres en total, aparecían seres oscuros deslizándose como sombras entre las piedras, o la niebla. Porque una constante en todos era la niebla. Una niebla blanca, lechosa que parecía moverse a gran velocidad.
“Allí todo va más rápido, porque el mundo es todavía joven”
Recordaba mientras veía las imágenes.
“Allí el mundo es más joven”
En uno, y en sólo uno se veía de nuevo aquella puerta de forma de boca de cueva, debajo de un árbol viejísimo y enorme. Ella, la mujer, aparecía de pie, junto a la puerta y parecía dibujar unos símbolos cabalísticos con el pincel sobre el tronco del viejo árbol. Estaba de espaldas y parecía concentrada.
“Tengo que tomarles fotografías a todos” –pensó emocionado.
Ya era de noche y el día entraba en su etapa de apaciguamiento. Apagó las luces y haló la puerta con mucho cuidado. Como si estuviera guardando algo muy valioso.
Apagó las luces de la sala y salió al exterior. Tomó las llaves de la puerta, cerró con seguro y luego se las guardó en el fondo del pantalón. Llevaba consigo su libreta de notas, la grabadora que no había utilizado y diario número tres, el cual hablaba de los mundos paralelos.
Entró en la casa empujando la puerta con suavidad. Hacía algo de frío y soplaban un viento también helado que le removía los cabellos. Parecía hipnotizado por las revelaciones.
Subió a su habitación y encendió las luces, dejó la puerta abierta para que los habitantes de la casa supieran que ya estaba de regreso. Se sentó enfrente de la mesita de noche y arrastró la silla destinada a una mesa de rincón. Encendió la lámpara y se sentó con la intención de volver a leer las partes, según él, más importantes del diario.

***

15 de agosto de 1961
He logrado abrir una puerta.
No era mi intención, pero lo he hecho. Quizás quería comprobar lo que me dice Antonio siempre que nos vemos en el mundo de los sueños.
Él me ha advertido lo peligroso que es hacer dichos huecos entre los mundos, pero no puedo evitarlo. Soy curiosa por naturaleza, tengo 31 años y no acostumbro a este mundo físico sin él.

18 de agosto de 1961
Hoy realicé otro experimento con la puerta. Como los hago cuando no hay nadie en La Casona, tengo que estar pendiente de no molestar a nadie. Todo el mundo se aterraría si entendieran que la realidad no es lo que parece y lo que parece no es la realidad.
¿En qué ha consistido mi experimento?
He abierto la puerta con el procedimiento de siempre: las runas, y he enviado un pajarillo vivo al otro lado. No ha regresado, como es normal. Voy a probar con un cordel y un gato… así cuando esté allá, un par de segundos, lo voy a halar de nuevo para comprobar lo que ya me ha dicho Antonio del tiempo y del oxígeno en esos lugares.

31 de agosto de 1961
He conseguido un gato viejo. Me da pena enviar un animalito joven allá y saber qué tipo de suerte puede llegar a correr. Por lo menos, un gato ya mayor, aunque sea un solo segundo puede llegar a vivir y volver con vida.
Bueno, eso he pensado. Mañana es viernes y estaré sola durante toda la mañana. Voy a probar mañana.

1 de septiembre de 1911
Lo que dice Antonio es cierto: el tiempo y el oxígeno allá son distintos.
Cuando estuve sola, por la mañana, até una cuerda sin apretar el cuello del gato, abrí la puerta con el procedimiento de siempre, las runas; he tirado el gato por la puerta. He contado cinco segundos sin soltar la cuerda y luego he tirado de ella.
Es horrible.
No sé si el gato al sentir la necesidad de oxígeno ha tratado de regresar a este lado del mundo, pero lo cierto que lo que halé, después de cinco minutos no era un gato. Era una cosa nauseabunda, podrida y casi en los huesos. Como si hubieran pasado varios días, o quizás meses. Lo he vuelto a tirar, sin cuerda hacia el otro lado. No pude tomarle una fotografía porque en el tiempo que hubiera tardado en tomarle la imagen hubiera apestado la casa y mi padre se hubiera puesto nervioso y enfadado. Él no sabe nada de nada de lo que hago yo en este punto del planeta.
Lo del tiempo y el oxígeno, es cierto.

15 de septiembre de 1961
He inventado algo para poder tomar fotografías del otro lado.
Se trata de uno de esos troncos que utilizan los niños como carreta de una sola llanta y que empujan por todos lados. Sólo que el mío tiene dos llantas y además es más largo (dos metros). Más parece un palo de escoba con dos ruedas en uno de sus extremos. Pero lo verdaderamente importante es que he logrado colocar la cámara fotográfica, firmemente afianzada en ese extremo. Por medio de un cordel puedo halar el disparador.
Claro que no fue fácil hacerla porque al principio los ángulos del lente estaban hacia abajo y apenas si salía algo importante en las imágenes. Logré, con la ayuda de un resorte la movilidad del lente y ahora puedo ajustar la inclinación. Todo esto lo hice días antes y hoy que mi padre se ha ido al pueblo para ver los desfiles he logrado tomar unas cuantas fotografías. Ahora me hago una idea acerca de los que es ese otro lugar. Y aunque Antonio me lo ha contado y yo no he podido entrar ni en astral, me parece un lugar interesante.
En mi álbum de fotos he colocado dichas fotografías con el nombre de Primera imagen y segunda imagen. Porque sólo he logrado tomar dos.
Al halar por tercera vez el hilo de la cámara para tomar otra fotografía he sentido tirones del otro lado. Como si alguien hubiera tomado del hilo y pretendiera llevárselo hacia el otro lado.
He sentido miedo y he decidido regresar la cámara hacia acá.
El hilo estaba intacto, pero la cámara, quizás por la velocidad del tiempo allá, y el oxígeno sin hidrógeno, o sin el mismo oxígeno, ha regresado con un poco de moho sobre sus piezas metálicas.
He logrado revelar las fotografías y las he puesto en el álbum.
Es un mundo bastante triste, por lo que parece.

28 de septiembre de 1961
He comenzado a escribir en hojas aparte mis teorías acerca de esos mundos que no podemos ver, pero que estoy segura de que existen. Espero, algún día, poder publicar dichos estudios y advertir a las personas de los peligros que existen al abrir puertas sin ningún control.
Sí, hay muchas puertas abiertas en varias partes del mundo, pero la gente ignora lo que son.

16 de octubre de 1961
Mi padre me ha comentado que mi hermano Estaba va a venir a pasar las navidades con nosotros. Me parece estupendo. He hecho algunos cuadros que quiero regalarle.
Voy a ir unos días a la cabaña, mi amigo ha estado un poco inquieto.
Quisiera poder deshacerme de él sin que hubiera resentimientos, pero me pesa un poco el corazón saber que es parte mía. Por lo menos pasa la mayor parte del tiempo durmiendo y nadie, creo, sabe de su existencia.
Voy a llevarle un poco de pétalos de rosas.

24 de octubre de 1961
La cabaña está algo deteriorada por falta de mantenimiento, pero me da miedo enviar a alguno de los mozos a darle tal mantenimiento. Mientras más lejos esté la gente de mi amigo, mejor.
Espero que con el tiempo tienda a desaparecer. Podría ejecutar un conjuro eficaz, pero quiero dejar de hacer eso. Como dijo Antonio, el problema es que mi alma inmortal puede recibir las consecuencias.
Según él, volveremos a encontrarnos dentro de poco. Bueno, el tiempo es relativo, pero ansío ese encuentro con impaciencia. Lo extraño mucho.

19 de diciembre de 1961
Martes. Hoy ha sido martes y ha llegado mi hermano Esteban.
Me ha gustado mucho volverlo a tener en casa. Ha traído a su esposa y a su hijo de once años. Su esposa parece tenerme miedo. Se le nota en la mirada. En cambio, a su hijo parece darle lo mismo si está aquí o en otro lugar. Mi hermano ha estado un poco pesado pidiéndome que me vaya para Tegucigalpa.
Sí él supiera que no puedo apartarme de este lugar.
Temo que si me alejo de la puerta algo pueda pasar. Quisiera cerrarla, pero como sucede con mi amigo el blanco, no puedo hacerlo. Es como si el tener esos dos secretos me hiciera sentir mejor. Quizás los tomo como mis logros personales.
Sé que son peligros ambos, pero, no puedo dejar de tenerlos. ¿Qué haría sin mi amigo el blanco y sin la puerta? Mi amigo de alguna manera me protege y la puerta me ayuda a experimentar un poco y comprender eso de la realidad que no vemos.
Por cierto, ya llevo varios capítulos de mi libro sobre los mundos invisibles. Así le voy a llamar: Los mundos invisibles. Espero que sea un buen libro y le interese a la gente.

24 de diciembre de 1961
Mi hermano y su familia se han marchado disgustados. Bueno, al menos su esposa. Parece ser que en realidad si me tiene miedo. Me ha llamado bruja en uno de esos momentos en los cuales yo he tratado de acaparar la atención de mi hermano.
Espero que le pase pronto. Por mí ya está olvidado. Creo.

Enero 1962
He decidido experimentar un poco más con la puerta.
Voy a intentar entrar yo misma.
Sé que es peligroso, pero…
Lo tengo que pensar mejor ya que si allá el tiempo corre más rápido que aquí, corro el peligro de que, al volver acá, aunque sólo haya estado, un segundo allá, aquí puedan haber pasado varios meses y me hayan dado por perdida. Además, puedo morir en segundos… o no sé. Es confuso.
Estoy en una encrucijada. Quizás es al revés. Quizás allá el tiempo corra muy lento y aquí demasiado rápido. Pero el gato… no lo sé. Quizás todo funcione a la inversa cuando uno está del otro lado. Quizás, si yo estoy allá el tiempo acá se moverá más rápido y al entrar yo esté apenas un segundo allá, pero acá ya hayan pasado muchos días…

31 de enero 1962
He estado soñando mucho con esos otros mundos invisibles. Antonio, a quien ya casi no puedo ver porque según él ha estado en ocupado en otras personalidades, me ha dicho que no juegue con dichos mundos. Son peligrosos y pueden abrirse y afectar el mundo de una manera incalculable.
“Hay muchos mundos –me ha dicho—, pero son el mismo mundo, sólo que en distintos momentos de su existencia”
Eso me ha hecho pensar un poco y lo he comprendido apenas he despertado. Me he puesto a escribir un capitulo completo al respecto. Es otra verdad que todos deberíamos de conocer: el tiempo no existe más que en nuestra mente, lo único real son los fenómenos.

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